Los arquitectos de la era moderna mostraron sus fantasías a través de sus diseños y sus obsesiones con la forma en que las mujeres los han habitado. Tomemos, por ejemplo, la obsesión de Corbusier con Eileen Gray y su casa, E. 1027. Múltiples son las historias no confirmadas de cómo él irrumpió en su casa para pintar murales en las paredes blancas. También era conocido por minimizar públicamente el diseño de la obra, al tiempo que lo alababa en una serie de cartas de amor no correspondidas a Gray. En el mismo camino, mientras Adolf Loos se opuso firmemente a la decoración arquitectónica, tal vez apoyó la cosificación de las mujeres que actuaban como un ornamento humano, una noción asumida en su hogar imaginado para la artista francesa, Josephine Baker: la propuesta no construida tomó la forma de un sólido rayado en blanco y negro que localizó una piscina de vidrio en el centro del espacio, para que al bañarse, los otros hombres que ocupaban el proyecto la vieran.
La relación que en ese entonces se proponía entre la sensualidad y el espacio no se detiene con los deseos sexualizadores de estos dos hombres, sino que vive en una de las publicaciones más famosas del mundo, la revista pornográfica soft-core, Playboy. Si bien esta es más conocida por su importancia como vanguardia en la revolución sexual con su promoción del machismo, la revista también ilustró una vitrina de ostentosas casas para solteros ubicadas en lo alto de Beverly Hills que impulsaron un estilo de vida a fin marcado por el diseño moderno. La revista se intencionaba como generador de un estilo de vida glamoroso para esa época, y Playboy destacó a los titanes arquitectónicos de esos tiempos, incluidos Mies van der Rohe, Bucky Fuller y Eero Saarinen, con la intensión de hacerlos más apetecibles para una audiencia general.
Playboy fue una de las primeras revistas de pornografía soft-core y estilo de vida afín que utilizó la arquitectura y el diseño de interiores como utilería para difundir su mensaje y sus habilidades para contar historias. Hugh Hefner y su equipo editorial sabían cómo crear imágenes congruentes con su ideal de "macho", desde las túnicas de terciopelo hasta los vasos de whisky, los cigarros frecuentes, hasta los detalles de las pantuflas. La revista inventó una nueva personalidad direccionada a los hombres heterosexuales que deseaban llevar este estilo de vida ostentoso pues aconsejaba qué debían vestir, qué debían beber, cómo debían actuar y qué tipo de hogar debían habitar. Las características de Playboy sobre arquitectura, particularmente su serie sobre diseño de muebles y casas para solteros, fueron más populares entre los lectores que las famosas mujeres expuestas más conocidas como Playmates, insinuando que los espacios diseñados para la seducción fueron más esenciales para el éxito de la revista que las mujeres desnudas que eran mostradas habitando dichos escenarios. En sus primeras dos décadas de publicación, Playboy ya había cubierto la casa de Charles Moore en New Haven, la casa de Elrod de John Lautner y la casa del siglo de Ant Farm. La revista también había proclamado a Frank Lloyd Wright como el "hombre poco común" cuya vida amorosa era tan emocionante como sus edificios.
Una de las publicaciones más famosas en la historia de la revista presentaba una silla BFK Butterfly blanca cuya morfología se alinea perfectamente con el hombro de la mujer que posaba desnuda sentada en ella, un efecto que sin esfuerzo capta al lector, introduciendo una sensación de atención tanto sobre la mujer como sobre la silla publicitada. Esta noción de arquitectura que influye en la revista Playboy, y viceversa, apenas fue un secreto para muchos críticos de arquitectura, incluido Reyner Banham. Quién aplaudió la influencia consumista de la revista en el diseño moderno en un ensayo de 1960 para The Architect’s Journal titulado, "Me arrastraría una milla por una Playboy".
Incluso los museos de arte de todos los Estados Unidos han captado esta dinámica especulación, incluida una exposición titulada Playboy Architecture: 1953-1979, organizada por el Museo de Arte de Elhmhurst recientemente. La exhibición mostraba representaciones y modelos de mansiones especulativas llenas de tecnología, mujeres y, por supuesto, muebles modernos fetichizados. Una sección que documentaba en gran medida las residencias del mundo real incluía domos de placer tipo Bucky Fuller y una vivienda con forma de ovni que podía transportarse una vez que una fiesta se apagaba, o simplemente continuar a una nueva ubicación.
En los últimos años, Playboy se ha convertido en un lugar de tendencia para el discurso arquitectónico. Aunque existe una sensación de escepticismo acerca de la afirmación de que una revista de pornografía tiene mérito en el mundo del diseño, es representativa de algo mucho más grande que sí misma. Es nostálgica para el pueblo estadounidense, y recuerda un momento de la Guerra Fría, en que el país trató de enfocarse en una distracción para mantener sus mentes fuera de la amenaza de un inminente día del juicio final, ofreciendo un estilo de vida que se sentía fuera del alcance, pero objetos de diseño que eran muy tangibles. De alguna manera, se puede suponer que Playboy era menos sobre la cosificación de la mujer desnuda, y más sobre actuar como una sala de exposición de muebles Knoll impresa. Si Corbusier alguna vez proclamó que una casa era una máquina para vivir, Playboy inventó la casa para seducir, y su influencia y relación con el diseño es más evidente que nunca, siete décadas después.
Esta columna expresa la opinión de la autora y está basada en parte por la exposición Playboy Architecture, 1953-1979, la cual desvía la visión que se acostumbra tener de la revista de pornografía soft-core para enfocarla en el rol que tuvo la arquitectura y el diseño en la escenografía del contenido de la misma la cual se dio en el contexto histórico cultural de los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo pasado.